Tengo preocupación por el clima triunfalista que nos ha invadido con motivo de la excelente performance del seleccionado nacional de fútbol. Sin duda alguna, tenemos ganas de festejar un triunfo colectivo que nos saque del cúmulo de incertidumbres, problemas cotidianos o frustraciones. Advierto una línea de coincidencia con lo acaecido durante la semana de mayo en cada plaza de cada pueblo de nuestra dilatada geografía nacional.
Sin embargo, es preciso que nos recordemos en cada momento que estamos frente a un acontecimiento deportivo que conlleva la posibilidad de ganar y con ello festejar pero, también, de perder y no por ello dramatizar.
Los equilibrios no son incompatibles con la emoción, tampoco con la pasión deportiva pero es preciso estar advertidos que en los triunfos sobran los padres de las proezas mientras en las derrotas faltan los argumentos sensatos y abundan las simplificaciones vacías. Entre uno y otro estadio emocional se esconden los inescrupulosos que mellan con nuestras sensaciones y emociones sin hacerse cargo después.
Hace pocos días, tuvimos la suerte de vivir comunitariamente una nueva edición de nuestro histórico clásico entre Argentino y Unión. Tuvimos una previa fuerte, un desarrollo normal y una post también fuerte con las clásicas comidillas recíprocas que forman parte del folklore y de la “sal” de la vida. Pero, de allí, a la inescrupulosidad hay un trecho y aquí como en la política, los instrumentos que suelen usarse deben tener límites fundados en una ética elemental de la convivencia.
En política al igual que en el deporte, existe emoción, pasión y debe haber límites. Y estos últimos están impuestos por la integridad del prójimo y su preservación. Cuando esto último está ausente no hay emoción, ni pasión sino odio y búsqueda de la eliminación del otro o, al menos, la intención deliberada de provocar un daño físico y/o moral en el otro.
A mi regreso del último viaje de gestión, me encontré con ciertas novedades comunitarias y que, algunas de ellas, impactaban hacia dentro de la familia municipal. Con mucho gusto, solidariamente y a requerimiento de amigos afectados, comencé a analizar puntillosamente algunos hechos, dichos y mensajes que lesionaban personas y familias. La acción inescrupulosa nacida de la rivalidad deportiva y/o política amenazaba con dejar saldos personales y familiares insospechados.
Desmenuzados los antecedentes y evidencias, cruzados los datos y calendarizados prolijamente las circunstancias la conclusión se hizo presente: INESCRUPULOSIDAD Y DESPRECIO POR EL OTRO en acciones, propias de personalidades perversas y sin límites, ejecutadas a través de clásicos anónimos que toman la forma de mensajes telefónicos y/o mediáticos.
Todo se solucionó, gracias a Dios. Las familias no entraron en la trampa, las personas fueron amparadas por el afecto solidario de amigos, seres queridos y compañeros de trabajo…pero ¿y si no se hubiera solucionado? ¿si se hubieran roto amistades o lazos familiares o heridas insolubles en chicos?
Claro, amigos….. ¿Cómo pedir sensatez, límites y ponderación si hasta un accidente automovilístico lamentable, que pudo ser grave, fue utilizado por algunos inescrupulosos como oportunidad de dañar al conductor, exento de responsabilidad, por el solo hecho de ser intendente?. Quién no se detiene siquiera ante el dolor del prójimo, solo esta guiado por la ceguera irracional del odio. Pitó catalán a los inescrupulosos y abrazo a los amigos que nos leen. Dios nos libre y nos guarde….
Dr. Mario Luis Espada.
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